Rio de Janeiro (1er. dia)
Tras 4 días de navegación regresábamos una vez más a un destino idílico, que ya habíamos visitado el año anterior, Río de Janeiro, bautizado con este nombre al creer sus descubridores portugueses que la Bahía de Guanabara, donde se encuentra la ciudad era parte de un río, y al ser descubierta en el mes de enero se bautizó con Rio de Janeiro.Es una ciudad con clima tropical y más de 6 millones y medio de habitantes. Ciudad de grandes contrastes con zonas de verdadero lujo y otras como las famosas favelas de gran pobreza e inseguridad.
El día de la llegada nos levantamos temprano para poder admirar la entrada del barco a la Bahía de Guanabara y poder observar desde el mar los grandes puntos de atracción de la ciudad como son el Cristo del Corcovado, El Pan de Azúcar y las playas de Copacabana e Ipanema.

Tras tomar unas cuantas fotos y desayunar, bajamos a la planta de recepción donde habíamos quedado un grupo de 10 personas que teníamos reservada alquilada una excursión particular que nos llevaría a la zona de Angras do Reis, una lugar paradisiaco según nos había comentado la gente brasileña del barco, que se encuentra a unos 150 km hacía el sur de Rio.
Optamos por esta excursión debido a la experiencia del año anterior en que las atracciones más importantes de la ciudad al ser domingo estaban abarrotadas de gente local y se tenía que hacer muchas colas, y además, con excepción de las zonas de la playa, todos los comercios, bares y restaurantes del centro están cerrados.
Tras contactar con la guía que nos iba a acompañar durante todo el día, junto al chofer. Fuimos en una Mercedes de 12 plazas y viajamos en dirección sur, pero haciendo una circunvalación a través de la Avenida de Brasil, una avenida de 58,5 Km de longitud.
En nuestro recorrido por los suburbios de Río pudimos comprobar la superpoblación que se aglutina en poblados y favelas, con viviendas muy sencillas y casi todas inacabadas.
Tras dejar la zona poblada entramos en la zona industrial, y tras ello nos dirigimos hacia la zona costera. Nos detuvimos en un área de servicio de la población de Muriqui y desde una terraza vemos el paisaje que teníamos delante nuestro, la isla de Ithacuruça y la bahía de Praia Grande.

Desde allí pasando por la población de Mangaratiba, llegamos a nuestro destino, el muelle de la población de Conceiçao de Jacareí, donde dejamos el vehículo y nos embarcamos todos en una lancha fuera borda con un toldo que nos protegía del sol.

Nos dirigimos hacia la Isla Grande, que se halla frente a la población de Angra dos Reis, una población de turismo muy selectivo.
En esta zona hay un total de 365 islas, la mayoría de ellas pequeños islotes, siendo la mayor Ilha Grande. La primera sensación del día fue la alta velocidad a la que navegaba la lancha, lo cual hizo que algunos lo pasasen un poco mal y otros disfrutáramos mucho.
En esta zona hay un total de 365 islas, la mayoría de ellas pequeños islotes, siendo la mayor Ilha Grande. La primera sensación del día fue la alta velocidad a la que navegaba la lancha, lo cual hizo que algunos lo pasasen un poco mal y otros disfrutáramos mucho.

Nuestra primera parada náutica fue en un lugar que en todas las guías marcan como una maravilla, La Laguna Azul, pero claro era domingo y verano con lo cual nos encontramos que la zona era como un gran parking de motoras y yates, cada uno con su propia música estridente y asando carne en las barbacoas portátiles, o sea ’todo un paraíso’.
Aprovechamos para darnos un chapuzón y nadar un poco.
Aprovechamos para darnos un chapuzón y nadar un poco.


Desde allí nos dirigimos hacia una playa cercana, la playa de Grumixama, donde la situación era idéntica que en la laguna, con muchas embarcaciones ancladas a pocos metros de la playa.
Bajamos de la embarcación y tomamos el sol en la orilla y nos dimos otro chapuzón, deleitados con la música estridente que nos acompañaba y un agradable olor a carne carbonizada, espero entendáis nuestro sarcasmo.
Bajamos de la embarcación y tomamos el sol en la orilla y nos dimos otro chapuzón, deleitados con la música estridente que nos acompañaba y un agradable olor a carne carbonizada, espero entendáis nuestro sarcasmo.


Desde allí nos dirigimos hacía la playa de la Fraguesía de Santa Ana, lugar en la que en tiempos pasados hubo un ingenio azucarero.
Esta playa es más extensa y tenía el aliciente de que en su cercanía había una iglesia y junto a ella una palmera de una gran altura. La guía nos explicó que la tradición dice que las mujeres solteras que tocan la palmera encontrarán marido, y los hombres tendrán fertilidad hasta los 80 años, por si acaso los hombres del grupo tocamos todos la palmera.
Esta playa es más extensa y tenía el aliciente de que en su cercanía había una iglesia y junto a ella una palmera de una gran altura. La guía nos explicó que la tradición dice que las mujeres solteras que tocan la palmera encontrarán marido, y los hombres tendrán fertilidad hasta los 80 años, por si acaso los hombres del grupo tocamos todos la palmera.

De vuelta a la playa aprovechamos para volvernos a dar un baño, ya que el día era caluroso y el agua era el lugar en el que más a gusto se estaba. De esta forma además evitábamos el estar cerca de las palmeras y con ello la posible caída de los peligrosos cocos.


Nuevamente subimos a la lancha y nos dirigimos a la última playa que íbamos a visitar esa mañana, la playa de Baleia. Una playa más pequeña, con muy poca gente y embarcaciones. En ella pudimos hacer un poco de snorkel y ver unos cuantos peces tropicales.

Finalmente fuimos hacia un lugar de la isla con un embarcadero grande, donde llegaban grandes goletas cargadas de turistas brasileños, y que estaba llena de merenderos. En uno de ellos teníamos la comida incluida en la excursión.
Se trataba de un self-service donde comimos sobre todo arroz, fideos y pollo rebozado, además de pescado frito.
Al finalizar la comida, la guía nos dijo si queríamos nos podíamos quedar un rato en la playa, pero le dijimos que ya teníamos bastante playa por hoy y que preferíamos regresar.
Al subir en la lancha les pedimos que no fuera tan rápida, evitando al máximo los pantocazos. Nada más salir vemos que el mar está un poco más movido y el piloto nos dice que es mucho mejor navegar rápido para evitar el balanceo excesivo por el oleaje y así coger las olas de frente, motivo por el cual la lancha iba a saltar más. Nos quedaban unos 30 minutos de navegación hasta nuestro destino y al llegar a él todos íbamos empapados del agua que con cada pantocazo la lancha levantaba y nos daba de lleno. Se volvió a repetir la sensación de la ida, algunos lo pasaron fatal y otros nos divertimos mucho, aunque nuestros riñones y lumbares sufrieron de lo lindo.
Al llegar empapados al muelle desde donde habíamos partido por la mañana tuvimos que buscarnos la vida para podernos cambiar de ropa e iniciar el regreso a Rio de Janeiro.
Pero claro, era domingo y en Brasil también hay caravanas de automóviles y estuvimos un buen rato con una circulación muy lenta, teniendo que parar de cuando en cuando. A mitad de camino, el chofer salió de la carretera por la que habíamos venido y tras circular por unas carreteras bastantes secundarias, llegamos a la entrada de una autopista que iba a Bello Horizonte. Al poco tiempo de circular por ella y cuando nos acercamos al peaje, nos encontramos con un control policial, que ralentizó la marcha. Una vez superado este obstáculo el retorno fue mucho más tranquilo ya que por la autopista había muy poco tráfico. Llegamos a una desviación para tomar la autopista para Rio y allí la densidad del tráfico se fue intensificando a medida que llegábamos a la ciudad donde entramos ya de noche y pudimos comprobar la escasa iluminación que hay en toda la ciudad.
Llegamos al barco, bastante cansados y nosotros que habíamos previsto salir a cenar a Copacabana, como el año anterior, lo dejamos correr ya que el agotamiento era importante y al día siguiente teníamos nueva excursión.
Un consejo que tenemos claro que os debemos dar es que si queréis ir de visita a Río de Janeiro y su zona es mejor que si es posible evitéis ir en domingo, ya que vayáis donde vayáis os encontrareis una gran cantidad de personas que os hará menos atractiva la visita.
Se trataba de un self-service donde comimos sobre todo arroz, fideos y pollo rebozado, además de pescado frito.
Al finalizar la comida, la guía nos dijo si queríamos nos podíamos quedar un rato en la playa, pero le dijimos que ya teníamos bastante playa por hoy y que preferíamos regresar.
Al subir en la lancha les pedimos que no fuera tan rápida, evitando al máximo los pantocazos. Nada más salir vemos que el mar está un poco más movido y el piloto nos dice que es mucho mejor navegar rápido para evitar el balanceo excesivo por el oleaje y así coger las olas de frente, motivo por el cual la lancha iba a saltar más. Nos quedaban unos 30 minutos de navegación hasta nuestro destino y al llegar a él todos íbamos empapados del agua que con cada pantocazo la lancha levantaba y nos daba de lleno. Se volvió a repetir la sensación de la ida, algunos lo pasaron fatal y otros nos divertimos mucho, aunque nuestros riñones y lumbares sufrieron de lo lindo.
Al llegar empapados al muelle desde donde habíamos partido por la mañana tuvimos que buscarnos la vida para podernos cambiar de ropa e iniciar el regreso a Rio de Janeiro.
Pero claro, era domingo y en Brasil también hay caravanas de automóviles y estuvimos un buen rato con una circulación muy lenta, teniendo que parar de cuando en cuando. A mitad de camino, el chofer salió de la carretera por la que habíamos venido y tras circular por unas carreteras bastantes secundarias, llegamos a la entrada de una autopista que iba a Bello Horizonte. Al poco tiempo de circular por ella y cuando nos acercamos al peaje, nos encontramos con un control policial, que ralentizó la marcha. Una vez superado este obstáculo el retorno fue mucho más tranquilo ya que por la autopista había muy poco tráfico. Llegamos a una desviación para tomar la autopista para Rio y allí la densidad del tráfico se fue intensificando a medida que llegábamos a la ciudad donde entramos ya de noche y pudimos comprobar la escasa iluminación que hay en toda la ciudad.
Llegamos al barco, bastante cansados y nosotros que habíamos previsto salir a cenar a Copacabana, como el año anterior, lo dejamos correr ya que el agotamiento era importante y al día siguiente teníamos nueva excursión.
Un consejo que tenemos claro que os debemos dar es que si queréis ir de visita a Río de Janeiro y su zona es mejor que si es posible evitéis ir en domingo, ya que vayáis donde vayáis os encontrareis una gran cantidad de personas que os hará menos atractiva la visita.