Alter do Chao
En esta escala hemos visitado un lugar del cual no habíamos oído hablar nunca. La ciudad de Alter do Chao, fue fundada el 6 de marzo de 1626 por el portugués Pedro Teixeira. El nombre procede de la aldea portuguesa del mismo nombre.Por sus numerosas islas, largas extensiones de arena blanca y las aguas transparentes del rio Tapajós, afluente del Amazonas, obtuvo el reconocimiento internacional en 2009 cuando el periódico británico ‘The Guardian’ incluyó el lugar en su lista de las 10 playas brasileñas más bellas y la playa de agua dulce más bella del mundo y es conocida popularmente como el Caribe brasileño.
El paisaje cambia por completo dependiendo del nivel del rio. De agosto a enero el nivel está bajo y aparecen los bancos de arena blanca y fina que forman las playas.
Alter do Chao tiene solo 2000 habitantes, siendo uno de los distritos administrativos de la ciudad de Santarém, en el estado de Pará, que se halla a 37 Km. de distancia.
Debido a los cambios de horarios en la llegada y salida en esta escala nos tuvimos que levantar a las 4 de la mañana para hacer cola y coger el tique que nos permitiese poder tomar el primer tender a las 7, ya que teníamos reservada una excursión organizada externa al barco que tenía 7 horas de duración y si no la empezábamos pronto no la podríamos realizar. A las 6 teníamos los tickets del primer tender. Fuimos a desayunar y bajamos al punto de encuentro a esperar la salida.
Llegamos al embarcadero de Alter do Chao, donde tuvimos que esperar unos 10 minutos a la lancha en la que íbamos a realizar la excursión. El guía que nos acompañó era un chico venezolano que nos explicó y respondió a todas nuestras preguntas en español.

En primer lugar y a través de una zona de manglares , nos dirigimos hasta la zona donde se halla el llamado ‘Bosque encantado’ en las orillas del rio Tapajós.

Se trata de un bosque inundado que recorrimos a bordo de pequeñas barcas de remo llevadas por jóvenes de la aldea Carana.

Remando muy despacio nos adentraron en un bosque donde el único sonido era el de los animales sobre todo pájaros y la visión de miles de plantas y grandes arboles parcialmente inundados por las tranquilas aguas del rio. Todo un espectáculo singular y difícil de olvidar.


Tras ello el guía nos llevó a una playa desde donde nos dirigimos a lo que llaman ‘La Sierra’ que es una pequeña elevación de unos 300 metros desde la que se veía una vista panorámica de la zona.
La primera parte, la aproximación, la realizamos sin ningún problema por una senda rodeada de árboles y floresta y el sonido de los pájaros que parecían saludarnos al pasar, pero al llegar a la base de la montaña, esta empieza un ascenso bastante importante y dado que el calzado que llevábamos nos era el adecuado, empezamos a sufrir un poco. Llegados a mitad de la subida y menos dos de las personas del grupo, decidimos que teníamos suficiente, hicimos unas fotos y empezamos un complicado descenso.
La primera parte, la aproximación, la realizamos sin ningún problema por una senda rodeada de árboles y floresta y el sonido de los pájaros que parecían saludarnos al pasar, pero al llegar a la base de la montaña, esta empieza un ascenso bastante importante y dado que el calzado que llevábamos nos era el adecuado, empezamos a sufrir un poco. Llegados a mitad de la subida y menos dos de las personas del grupo, decidimos que teníamos suficiente, hicimos unas fotos y empezamos un complicado descenso.

Tras más de 30 minutos regresamos a la playa desde donde partimos nuevamente, esta vez hacia la denominada ‘playa del amor’. Un istmo de arena blanca con instalaciones de playa, bares, hamacas, etc.
Allí nos dimos un baño que nos reconforta de la caminata anterior en un agua más bien turbia.
Allí nos dimos un baño que nos reconforta de la caminata anterior en un agua más bien turbia.


En la foto anterior podéis comprobar el monticulo que los locales llaman ‘La Sierra’ cuya cima intentamos alcanzar sin conseguirlo.
Tras nuestro descanso en la playa nos dirigimos hacía la denominada Laguna de las Pirañas, donde el guía nos explica que él nunca ha visto ninguna. Se trata de una laguna que se forma, cuando el río baja su cauce y deja aislada esta zona con agua en su interior.

Desde allí nos trasladamos hacia otra laguna, la de los Yacaré (caimanes) pero también nos indicó el guía que no ha visto ninguno e incluso se baña en ella para demostrarnos que no había peligro, pero ninguno de nosotros se atrevió a hacerlo.

Desde allí y pasando junto a nuestro crucero, anclado en el centro del rio, nos dirigimos hacia la zona de Pindobal, donde descendimos en un lugar con varios restaurantes con unas mesas en la misma playa con techos de hojas de palmera secas para resguardarse del sol.
Aquí íbamos a comer, y tras sentarnos alrededor de una de esas mesas comprobamos que unas nubes negras se aproximaban rápidamente y en un par de minutos se cubrió todo el cielo y empezó una lluvia, en principio moderada, pero enseguida se transformó en un gran aguacero que hizo que el agua a pesar del techo vegetal empezase a traspasar y a mojarnos bastante.
Finalmente decidimos ir al edificio del restaurante y en una mesa de la galería comimos un menú de pescados de la zona muy ricos como el tambaquí y el pirarucú que ya habíamos probado en Manaos.
Aquí íbamos a comer, y tras sentarnos alrededor de una de esas mesas comprobamos que unas nubes negras se aproximaban rápidamente y en un par de minutos se cubrió todo el cielo y empezó una lluvia, en principio moderada, pero enseguida se transformó en un gran aguacero que hizo que el agua a pesar del techo vegetal empezase a traspasar y a mojarnos bastante.
Finalmente decidimos ir al edificio del restaurante y en una mesa de la galería comimos un menú de pescados de la zona muy ricos como el tambaquí y el pirarucú que ya habíamos probado en Manaos.

Tras comer volvimos a la lancha con una lluvia en ese momento moderada. Las bolsas que habíamos dejado en su interior estaban mojadas. Salimos hacía el lugar del que habíamos partido por la mañana, pero de inmediato la lluvia volvió a ser muy intensa y la velocidad de la lancha que levantaba agua también hizo que volviéramos a empaparnos, nosotros y las toallas con las que nos tapábamos.
Llegamos a la zona donde se cogían los tender y había una larga cola para subir a ellos y todo ello bajo la lluvia. Finalmente subimos a uno y al llegar al barco fuimos directos al camarote, para quitarnos la ropa mojada y tomar una ducha caliente.
Nos perdemos la salida del crucero porque debido al madrugón y tras la ducha caliente dormimos una reconfortante siesta. O sea que no nos pudimos despedir de este precioso lugar del Amazonas.
Aún íbamos a navegar un día más por el Amazonas camino de nuestra próxima escala, la ciudad de Belem que se halla a 733 millas náuticas.
Nos perdemos la salida del crucero porque debido al madrugón y tras la ducha caliente dormimos una reconfortante siesta. O sea que no nos pudimos despedir de este precioso lugar del Amazonas.
Aún íbamos a navegar un día más por el Amazonas camino de nuestra próxima escala, la ciudad de Belem que se halla a 733 millas náuticas.